sábado, 14 de junio de 2008

Horacio Elena


Horacio Elena es de La Plata. Horacio Elena vive en Sitges, no muy lejos de Barcelona. Horacio Elena es un buen tipo. Todos datos accidentales, pero aparentemente necesarios para construir una mini biografía.
Accidentales porque nacer allí, vivir aquí o ser un buen tipo, inciden poco en la calidad de la obra de un creador. Si los creadores hubieran tenido que ser, siempre, buenos tipos, la humanidad tendría muchas, muchísimas menos obras de arte. Así que a lo que cuenta: la obra.
Para los que saben de qué hablo, diré que por los ´60 Horacio era parte del “Grupo Si”, una banda de artistas plásticos de las que se repiten pocas veces. Después, porque la vida es cambio, llegó la diáspora, y el tipo, con sus inquietudes a cuestas, se largó a patear caminos de Latinoamérica, hasta que aterrizó en España; y aquí se quedó.
Cuando lo conocí, en el ´99, parecía renegado de los pinceles “grandes”, y entregado a la ilustración de libros, relatos para niños y portadas. Pero entonces algo en el fondo le hizo “click”, y volvió al ruedo con una serie sobre desaparecidos, madres y dolores profundos. La distancia no nos hace inmunes a la barbarie, y la carne propia puede estar del otro lado del océano.
Luego, el florecimiento, con una madurez expresiva que conmueve hasta el fondo.
Me llena de admiración el retorno del guerrero, y me llena de angustia pensar que tanto talento podría haber quedado escondido en algún oscuro pliegue del alma.
Como las obras se miran, se ven, se observan, se deja que nos penetren, le pedí permiso a Horacio para que se sumen nuevos ojos. Si pinchan en este link accederán a una generosa retrospectiva, un mini reportaje, y al testimonio de su paso reciente por Argentina. No es para perdérselo.

http://www.horacio-elena.com/paintings/index.html

viernes, 13 de junio de 2008

¿Chiste de gallegos"


Los argentinos somos unos jodidos que nos creemos más inteligentes que nadie. Los argentinos, sin saber que los heredamos de vascos, catalanes, andaluces y otras yerbas, cultivamos como propios los chistes de gallegos. Gallegos de Galicia, que sin son “gayegos” son de toda la península.
Después de este mea culpa uno se enfrenta con la realidad. Por ejemplo:
Mariano Rajoy es el número uno del PP (Partido Popular). Mariano Rajoy, que nació en Galicia, nunca se desprende el papelito. Para acusar en el Parlamento, o para despotricar en la tribuna, no puede decir una palabra sin consultar el papelito. Siempre en su mano izquierda. Siempre al alcance de los ojos.
Mariano Rajoy dice:
-¡Su señoría…! (consulta el papelito) ¡El gobierno debe reflexionar! (consulta el papelito) ¡La situación económica la exige! (vuelve a consultar el papelito)
Un político de esa envergadura no puede consultar un papelito para decir cuatro pavadas. ¿Por qué lo hace?
Dos opciones:
1-Le faltan varios músicos en la orquesta.
2-Es como Dumbo. Se agarra del papelito porque alguien lo convenció de que con eso en la mano puede volar.
En Argentina, si un dirigente sindical, político o de fútbol tiene que consultar un papelito para decir, como Rajoy o el papá del Príncipe Larguirucho, “Españoles, feliz Navidad”, se hunde en el ridículo.
Los argentinos somos jodidos, y tercermundistas, pero… ¿no será que los chistes de gallegos no son sólo producto de la mala leche?

domingo, 8 de junio de 2008

El camaleón sigue cambiando de color


El camaleón no se detiene. "Penúltimo nombre de guerra", primero se me hizo italiano, luego holandés y ahora alemán, editado por Uniónverslag. Los convido con la portada y un chamullo del catálogo.


Alles ist wie ausgelöscht, als der Journalist Manuel Carraspique nach einem schweren Verkehrsunfall aus dem Koma erwacht. Man hat ihn ins Krankenhaus eines argentinischen Provinznestes gebracht, wo er, ans Krankenbett gefesselt, vor sich hin deliriert. Bis er begreift, wer im Bett neben ihm liegt: ein bis zur Unkenntlichkeit entstellter indianischer Exorzist, der im Wahn seine Familie niedergemetzelt haben soll.Manuel wittert die Story seines Lebens und bringt seinen Bettnachbarn zum Reden. Haarsträubendes kommt ans Licht, und immer wieder fällt der Name »Cacho« - ein Priester, ein Dealer, ein während der Diktatur gefürchteter General? Ein atemberaubendes Verwirrspiel nimmt seinen Lauf, bei dem die Grenzen zwischen Erinnern und Vergessen, zwischen Vergangenheit und Gegenwart zu verwischen drohen. Dies ist der bewusst gewählte Erzählstil eines Autors, der in der Zeit der Militärdiktatur selbst zehn Jahre lang politischer Gefangener war.Literarische Preise für Raúl Argemí: Premio Felipe Trigo (2002)Premio Dashiell Hammett und Premio Luis Berenguer (2004)Premio Pedro García Pavón (2005)Premio Tigre Juan (2006)Premio L’H Confidencial de novela negra (2008).