miércoles, 9 de mayo de 2007

Se nos fue una Madre


Me acabo de enterar de que se nos fue “La Gallega”. Para los documentos de identidad y otras habitualidades, era Sara García Muñiz, para mí y para muchos otros, era “La Gallega”.
Uno de sus hijos, Gonzalo Carranza, fue un querido compañero de “tumba” al que desaparecieron la noche del 2 al 3 de febrero de 1978, de la cárcel de La Plata.
Gonzalo era un tipo con humor, y estaba claro que lo había heredado de su madre.
“La Gallega”, como la llamábamos porque había nacido en España, o eso creíamos, nunca se entregaba. Siempre tenía una sonrisa y el ánimo dispuesto a la risa y a la broma. Era una maravilla hablar con ella en las visitas en que nos atiborrábamos de mate, en la cárcel de Devoto. Y era un aliento, un empuje para no entregarse, cuando ya no hubo mate, pero sobraron los palos y los encierros.
Claro, como muchos, “La Gallega” vivió sus propios cambios. Un día fue la tortura. Para ella y para su hija menor, una piba muy jovencita.
Luego, el exilio de la hija, primero a Alemania y luego a cualquier parte que no oliera a tortura. Y ella aguantando. Haciendo el “aguante” a Gonzalo, que estaba preso.
Hasta febrero del 78. Sí, el mismo año del mundial de fútbol.
Entonces, sin haberlo pedido, la hicieron Madre de Plaza de Mayo. La hicieron digo, porque más allá de la voluntad y la decencia, son los hijos de puta los que hicieron a las Madres de Plaza de Mayo. Seguramente, si hubieran podido elegir, ellas elegían otro destino.
Luego de la desaparición de Gonzalo Carranza, casi nada supe de ella. Hasta que vine a Barcelona.
En ese diciembre en que estalló la crisis anunciada, para parir al “corralito” y todas sus consecuencias, los argentinos en Barcelona, con la solidaridad de un montón de “gayegos”, convocaron una concentración ante el ayuntamiento.
Fui, como tantos otros. Y en un momento en que el impulso “patriótico” pudo más que la vergüenza, unos cuantos se pusieron a cantar el himno argentino.
Entonces escuché una voz que los increpaba. Que decía por “esas cosas” –el himno y sus implicancias patrioteras- en Argentina habían matado a miles.
Era una Madre de Plaza de Mayo. La única presente.
Entonces reparé que además del pañuelo blanco, en el pecho llevaba prendida una foto. La foto de Gonzalo Carranza. Era “La Gallega”.
Dos o tres veces nos juntamos a tomar mate, porque vivía en las cercanías de Barcelona, y otra vez fue un gusto recuperar su humor y sus ganas de vivir, a pesar de todo.
Hoy ya no está. Y me llena de tristeza, porque reparo en lo que no queremos ver: las Madres de Plaza de Mayo se han hecho muy viejitas. Y se nos van. Gota a gota.
Tal vez, un día, si vivimos lo suficiente, sean un episodio de la Historia.
Pero ya no será lo mismo. Con seguridad, no será lo mismo.